El caluroso verano ha transcurrido y el cielo aborregado emana una brisa fresca con sutiles notas a crisantemo, ha llegado el tiempo de cosecha. Las calles se impregnan de un dulce aroma a castañas y sabores propios de la estación. En las montañas y pueblos “La gran estrella de otoño” comienza a pintar los arces de un profundo rojo carmesí, la otra cara de la contemplación; un caleidoscopio de follajes verdes a violetas que evoca la nostalgia por el ciclo que se fue. Es una época llena de gratitud. En las noches de Tsukimi, el conejo de la luna brilla más que nunca para alumbrar el alma de los fieles. Entre dulces de mochi y eulalias, las familias se reúnen a recordar la historia de nobleza entre el conejo y de este tierno animalito hacia la humanidad, y a ofrendar por la abundancia.